La buena crónica de viajes es la que hace ver el mundo a
través de los ojos del autor que la escribe. En este caso son dos los que nos
acompañan, por un lado Heródoto desde la Antigüedad , que siempre será clásica porque no
perece, sino que se renueva siempre, y por otro, Antonio Penadés, historiador,
abogado y periodista que desnuda su ser en estas páginas. Si pudiéramos
descomponer a Antonio, cosa del todo imposible, podríamos decir que la ágil
pluma del Penadés historiador y periodista desgrana con amenidad y personal
mirada las etapas de un viaje que discurre desde Halicarnaso, cuna de Heródoto,
a Bizancio, mientras que el Penadés abogado, en el sentido amplio del término,
asoma en la defensa del ser humano y en la reivindicación del pensamiento
libre. Y todo ello regado por un profundo amor a lo griego que es a la vez una
declaración de amor al hombre.
Por otro lado la buena crónica invita al lector a realizar
a su vez un viaje interior a los lugares propuestos o incluso a desear acudir a
ellos para sentir lo que ha sentido el cronista o vivir sensaciones propias. Es
el viaje que todo libro emprende al salir de las manos del autor y revolucionar
el corazón de cada lector único e irrepetible. En mi caso la lectura ha sido un
particular disfrute puesto que he podido comprobar que aún hoy, en un mundo
donde todo está reglado y controlado, Turquía es un país donde todavía el viaje
puede deparar alguna sorpresa como las cabras del teatro de Assos, que aparecen
en una fotografía del libro, o el peligro de subir a la acrópolis de Sardes. A
medida que pasaba las páginas recordaba el maravilloso viaje que hice con la Sociedad Española
de Estudios Clásicos en 1990, bajo la batuta de F. Rodríguez Adrados y A.
Martínez Díez, por casi todos los escenarios recogidos en el libro. Y sí, yo
también he visto animales campar a sus anchas en Assos, solo que entonces eran
vacas.
Penadés engarza admirablemente el presente con el pasado,
de forma que vemos la Turquía
de hoy, pero también la que ya no existe, la de Heródoto, pero que guarda su
mensaje inmortal. Disfrutamos de la placidez de Halicarnaso, visitamos los
lugares de Jonia donde nació la filosofía como Mileto o la urbanística como
Priene, penetramos en el oráculo de Dídima en busca de un consejo de Apolo, contemplamos
el esplendor de Éfeso, Hierápolis, Sardes o Pérgamo, el mítico lugar de Troya
cantado por Homero…. En fin son múltiples las sensaciones que requieren un
espíritu despierto acompañando al autor en su periplo a
bordo de su Renault Clío, la musa de la Historia.
Al cerrar las páginas tenemos la sensación de haber vuelto
distintos del viaje, no solo con más erudición en nuestra mente, sino, sobre
todo, con algo más de sabiduría en nuestra alma.
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